De lo efímero y lo eterno

Mientras enfrentaba el cáncer,
mi esposo me traicionaba     

         Tenía yo 25 años y acababa de dar a luz a mi cuarto hijo. Fue un parto normal, pero no me recuperaba. Los médicos comenzaron con pruebas y estudios y después de una semana descubrieron que había un tumor en mi ovario derecho, “con textura dura”, dijeron. Fui trasladada a un centro experimentado en otra ciudad.

         Yo vivía en Argentina en ese entonces. Dejé a mis cuatro niños, uno de ellos recién nacido, para someterme al tratamiento del cáncer. Mi esposo en aquel entonces no me acompañó a esa cuidad así que se hicieron cargo un hermano suyo y mi suegra.

         Pasé mucho tiempo en ese hospital, con tratamientos dolorosos, rayos, quimio, y durante ese mes, en una sola ocasión, mi esposo se apareció por allí.

         En uno de esos días en que todos creyeron que estaba bajo los efectos de las drogas, alguien, no sé quién, dijo a media voz: “Pobrecita y él con la otra de lo más tranquilo…”.

         Ya con anterioridad mi esposo se había mostrado distante. Yo tenía sospechas de infidelidad pero no lo creía capaz de tanto. Solo estaba mi papá acompañándome en ese momento, ya que mi madre no soportaba verme así.

         Pasó el tiempo y Dios me ayudó a salir de semejante trance. Volví a mi vida normal, solo que al año mi esposo y yo nos separamos. Él se fue con otra, mis hijos solo tenían 5, 4, 2 y 1 año. Era verdad lo que entre calmantes había escuchado, pero logré vencer al cáncer y lo demás sirvió de experiencia.

         Hoy tengo 40 años, vivo en Estados Unidos y mis hijos están conmigo. Ya tienen 24, 23, 20 y 17. Hace un año me extirparon el útero junto con mis ovarios y ganglios porque el cáncer regresó… ¡pero yo sigo viva gracias al amor de Dios y mis hijos! Estoy fuerte, segura y alegre. ¡Vivo cada día como si fuera el último! Soy feliz, pese a todo. La vida no ha sido fácil, pero tampoco imposible de vivir.

Merianne, 40 años
Houston, TX, EE. UU.